Hoy en la víspera de la Navidad de 2018, copio apartes de un importantísimo documento de la Santa Sede sobre mercados financieros, de especial relevancia para evaluar el mercado de capitales y pensional colombiano. Recomiendo su lectura completa. Fuente:
https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/05/17/cons.html . Quise enfatizar algunos apartes: los subrayados son míos.
Oeconomicae et pecuniariae quaestiones.-
Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del
actual sistema económico y financiero, 17.05.2018
[...]
6.
Está en juego el verdadero bienestar de la mayoría de los hombres y
mujeres de nuestro planeta, que corren el riesgo de verse confinados
cada vez más a los márgenes, cuando no de ser «
excluidos y descartados»[11]
del progreso y el bienestar real, mientras algunas minorías explotan y
reservan en su propio beneficio vastos recursos y riquezas,
permaneciendo indiferentes a la condición de la mayoría. Por lo tanto,
es hora de retomar lo que es auténticamente humano, ampliar los
horizontes de la mente y el corazón, para reconocer lealmente lo que
nace de las exigencias de la verdad y del bien, y sin lo cual todo
sistema social, político y económico está destinado, en definitiva, a la
ruina y a la implosión. Es cada vez más claro que el egoísmo a largo
plazo no da frutos y hace pagar a todos un precio demasiado alto; por lo
tanto, si queremos el bien real del hombre verdadero para los hombres, «
¡el dinero debe servir y no gobernar!».[12]
Al respecto, es verdad que corresponde primordialmente a los operadores competentes y responsables desarrollar nuevas formas de economía y finanza, cuyas prácticas y normas se orienten al progreso del bien común y sean respetuosas de la dignidad humana, en la línea segura trazada por la enseñanza social de la Iglesia. Con este documento, sin embargo, la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuya competencia también se extiende a cuestiones de naturaleza moral, en colaboración con el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, quiere ofrecer algunas consideraciones de fondo y puntualizaciones para apoyar el progreso y defender aquella dignidad.[13] En particular, es necesario emprender una reflexión ética sobre ciertos aspectos de la intermediación financiera, cuyo funcionamiento, habiéndose desvinculado de fundamentos antropológicos y morales apropiados, no sólo ha producido abusos e injusticias evidentes, sino que se ha demostrado también capaz de crear crisis sistémicas en todo el mundo. Es un discernimiento que se ofrece a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
II. Consideraciones básicas de fondo
7.
Algunas consideraciones elementales son evidentes a los ojos de
todos los que, lealmente, tienen presente la situación histórica en la
que vivimos; y ello más allá de cualquier teoría o escuela de
pensamiento, en cuyas legítimas discusiones este documento no pretende
intervenir y a cuyo diálogo, por el contario, desea contribuir, con la
conciencia de que no hay recetas económicas válidas universalmente y
para siempre.
[...]
12.
Ninguna actividad económica puede sostenerse por mucho tiempo si
no se realiza en un clima de saludable libertad de iniciativa.[23] Es
asimismo evidente que la libertad de la que gozan, hoy en día, los
agentes económicos, entendida en modo absoluto y separado de su
intrínseca referencia a la verdad y al bien, tiende a generar centros de
supremacía y a inclinarse hacia formas de oligarquía, que en última
instancia perjudican la eficiencia misma del sistema económico.[24]
Desde este punto de vista, cada vez es más fácil ver cómo, ante el
creciente y penetrante poder de agentes importantes y grandes redes
económicas y financieras, a los actores políticos, a menudo
desorientados e impotentes a causa de la supranacionalidad de tales
agentes y de la volatilidad del capital manejado por estos, les cuesta
responder a su vocación original como servidores del bien común, y
pueden incluso convertirse en siervos de intereses extraños a ese
bien.[25]
Esto hace hoy más que nunca urgente una alianza renovada entre los
agentes económicos y políticos en la promoción de todo aquello que es
necesario para el completo desarrollo de cada persona humana y de toda
la sociedad, conjugando al mismo tiempo las exigencias de la solidaridad
y la subsidiariedad.[26]
13.
En principio, todas las dotaciones y medios utilizados por los
mercados para aumentar su capacidad de asignación, si no están dirigidos
contra la dignidad de la persona y tienen en cuenta el bien común, son
moralmente admisibles.[27]
Sin embargo, es asimismo evidente que ese potente propulsor de la
economía que son los mercados es incapaz de regularse por sí mismo:[28]
de hecho, estos no son capaces de generar los fundamentos que les
permitan funcionar regularmente (cohesión social, honestidad, confianza,
seguridad, leyes...), ni de corregir los efectos externos negativos (
diseconomy) para la sociedad humana (desigualdades, asimetrías, degradación ambiental, inseguridad social, fraude...).
14.
No es posible, además, más allá del hecho de que muchos de sus operadores están animados individualmente por buenas y correctas intenciones, ignorar que en la actualidad la industria financiera, debido a su omnipresencia y a su inevitable capacidad de condicionar y – en cierto sentido – de dominar la economía real, es un lugar donde los egoísmos y los abusos tienen un potencial sin igual para causar daño a la comunidad.
En este sentido, hay que destacar que
en el mundo económico y financiero se dan casos en los cuales algunos de los medios utilizados por los mercados, aunque no sean en sí mismos inaceptables desde un punto de vista ético, constituyen sin embargo casos de inmoralidad próxima, a saber, ocasiones en las cuales con mucha facilidad se generan abusos y fraudes, especialmente en perjuicio de la contraparte en desventaja. Por ejemplo, comercializar algunos productos financieros, en sí mismos lícitos, en situación de asimetría, aprovechando las lagunas informativas o la debilidad contractual de una de las partes, constituye de suyo una violación de la debida honestidad relacional y es una grave infracción desde el punto ético.
Dado que, en la situación actual, la complejidad de muchos productos financieros hace de esa asimetría un elemento intrínseco al sistema – que pone a los compradores en una posición de inferioridad en relación a quienes los comercializan – no pocos piden la superación del principio tradicional del
caveat emptor (“¡atento, comprador!”). Este principio, según el cual incumbiría ante todo al comprador la responsabilidad de verificar la calidad del bien adquirido, presupone, de hecho, la igualdad en la capacidad de proteger el propio interés por parte de los contrayentes; lo que, de hecho, hoy en día en muchos casos no existe, ya sea por la evidente relación jerárquica que se instaura en algunos tipos de contratos (como entre prestamista y el prestatario), ya sea por la compleja estructuración de muchas ofertas financieras.
15.
También el dinero es en sí mismo un instrumento bueno, como muchas cosas de las que el hombre dispone: es un medio a disposición de su libertad, y sirve para ampliar sus posibilidades. Este medio, sin embargo, se puede volver fácilmente contra el hombre. Así también la multiplicidad de instrumentos financieros (
financialization) a disposición del mundo empresarial, que permite a las empresas acceder al dinero mediante el ingreso en el mundo de la libre contratación en bolsa, es en sí mismo un hecho positivo. Este fenómeno, sin embargo, implica hoy el riesgo de provocar una mala financiación de la economía, haciendo que la riqueza virtual, concentrándose principalmente en transacciones marcadas por un mero intento especulativo y en negociaciones “de alta frecuencia” (
high-frequency trading), atraiga a sí excesivas cantidades de capitales, sustrayéndolas al mismo tiempo a los circuitos virtuosos de la economía real.[29]
Lo que había sido tristemente vaticinado hace más de un siglo, por desgracia, ahora se ha hecho realidad: el rendimiento del capital asecha de cerca y amenaza con suplantar la renta del trabajo, confinado a menudo al margen de los principales intereses del sistema económico. En consecuencia, el trabajo mismo, con su dignidad, no sólo se convierte en una realidad cada vez más en peligro, sino que pierde también su condición de “bien” para el hombre,[30] convirtiéndose en un simple medio de intercambio dentro de relaciones sociales asimétricas.
Precisamente en esa inversión de orden entre medios y fines, en virtud del cual el trabajo, de bien, se convierte en “instrumento” y el dinero, de medio, se convierte en “fin”, encuentra terreno fértil esa “cultura del descarte”, temeraria y amoral, que ha marginado a grandes masas de población, privándoles de trabajo decente y convirtiéndoles en sujetos “sin horizontes, sin salida”:
«Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, “sobrantes”».[31]
[...]
17.
Es un fenómeno éticamente inaceptable, no la simple ganancia,
sino el aprovecharse de una asimetría en favor propio para generar
beneficios significativos a expensas de otros; lucrar explotando la
propia posición dominante con desventaja injusta de los demás o
enriquecerse creando perjuicio o perturbando el bienestar colectivo.[33]
Esta práctica es particularmente deplorable, desde el punto de vista
moral, cuando unos pocos – por ejemplo importantes fondos de inversión –
intentan obtener beneficios, mediante una especulación[34] encaminada a
provocar disminuciones artificiales de los precios de los títulos de la
deuda pública, sin preocuparse de afectar negativamente o agravar la
situación económica de países enteros, poniendo en peligro no sólo los
proyectos públicos de saneamiento económico sino la misma estabilidad
económica de millones de familias, obligando al mismo tiempo a las
autoridades gubernamentales a intervenir con grandes cantidades de
dinero público, y llegando incluso a determinar artificialmente el
funcionamiento adecuado de los sistemas políticos.
La finalidad especulativa, especialmente en el campo económico
financiero, amenaza hoy con suplantar a todos los otros objetivos
principales en los que se concreta la libertad humana. Este hecho está
deteriorando el inmenso patrimonio de valores que hace de nuestra
sociedad civil un lugar de coexistencia pacífica, de encuentro, de
solidaridad, de reciprocidad regeneradora y de responsabilidad por el
bien común. En este contexto, palabras como “eficiencia”, “competencia”,
“liderazgo”, “mérito” tienden a ocupar todo el espacio de nuestra
cultura civil, asumiendo un significado que acaba empobreciendo la
calidad de los intercambios, reducidos a meros coeficientes numéricos.
Esto requiere ante todo que se emprenda una reconquista de lo humano,
para reabrir los horizontes a la sobreabundancia de valores, que es la
única que permite al hombre encontrarse a sí mismo y construir
sociedades que sean acogedoras e inclusivas, donde haya espacio para los
más débiles y donde la riqueza se utilice en beneficio de todos. En
resumen, lugares donde al hombre le resulte bello vivir y fácil esperar.
III. Algunas puntualizaciones en el contexto actual
[...]
21. La experiencia de las últimas décadas ha demostrado con
evidencia, por un lado, lo ingenua que es la confianza en una
autosuficiencia distributiva de los mercados, independiente de toda
ética y, por otro lado, la impelente necesidad de una adecuada
regulación, que conjugue al mismo tiempo libertad y tutela de todos los
sujetos que en ella operan en régimen de una sana y correcta
interacción, especialmente de los más vulnerables. En este sentido, los
poderes políticos y económico-financieros deben siempre mantenerse
distintos y autónomos y al mismo tiempo orientarse, más allá de todas
complicidad nociva, a la realización de un bien que es tendencialmente
común y no reservado a pocos sujetos privilegiados.[40]
Esa regulación se hace aún más necesaria ya sea por la constatación
de que entre los principales motivos de la reciente crisis económica se
hallan también conductas inmorales de representantes de mundo
financiero, ya sea por el hecho de que la dimensión supranacional del
sistema económico permite burlar fácilmente las reglas establecidas por
los distintos países. Además, la extrema volatilidad y movilidad de los
capitales comprometidos en el mundo financiero permite a quien dispone
de ellos operar fácilmente más allá de toda norma que no sea la de un
beneficio inmediato, chantajeando a menudo desde una posición de fuerza
también al poder político de turno.
[...]
Las reglas deben favorecer una completa trasparencia de lo que se
negocia, para eliminar toda forma de injusta desigualdad, garantizando
lo más posible un equilibrio en los intercambios. Especialmente teniendo
en cuenta que la concentración asimétrica de informaciones y poder
tiende a reforzar a los sujetos económicos más fuertes, creando
hegemonías capaces de influenciar unilateralmente no sólo los mercados
sino incluso los mismos sistemas políticos y normativos. Por lo demás,
allí donde se ha practicado una desregulación masiva se ha puesto en
evidencia que los espacios de vacío normativo e institucional
constituyen espacios favorables, no sólo para el riesgo moral y la
malversación, sino también para la aparición de exuberancias
irracionales de los mercados – a las que siguen burbujas especulativas y
luego repentinos colapsos ruinosos – y de crisis sistémicas.[42]
22.
[...]
La salud del sistema financiero exige además la mayor cantidad de información posible, para que cada sujeto pueda tutelar en plena y consciente libertad sus intereses: es importante, en efecto, saber si los propios capitales son usados con fines especulativos o no, así como conocer claramente el grado de riesgo y la congruencia del precio de los productos financieros que se subscriben. Sobre todo considerando que el ahorro, especialmente el familiar, es un bien público que hay que tutelar y que trata siempre de excluir el riesgo. El mismo ahorro, cuando se pone en manos expertas de asesores financieros, tiene que ser bien administrado y no simplemente gestionado.
Entre los comportamientos moralmente criticables en la gestión del ahorro por parte de los asesores financieros cabe señalar:
- los excesivos movimientos del portafolio de títulos, con el propósito principal de incrementar los ingresos generados por las comisiones del intermediario;
- la desaparición de la imparcialidad debida en la oferta de instrumentos de ahorro, con la complicidad de algunos bancos, allí donde los productos de otros sujetos se ajustarían mejores a las necesidades del cliente;
- la falta de diligencia adecuada o incluso negligencia dolosa por parte de los consultores, respecto a la protección de los intereses de portafolio de sus clientes;
- la concesión de préstamos por parte de un intermediario bancario, subordinada a la simultánea subscripción de otros productos financieros quizás no favorables al cliente.
[...]
27.
Estos [tasas LIBOR y de intercambio de divisas] son parámetros importantes, que tienen un impacto significativo
en todo el sistema económico-financiero, ya que afectan a las grandes
transferencias diarias de efectivo entre las partes que suscriben
contratos basados precisamente en la cuantificación de dichas tasas. La
manipulación de esta constituye por lo tanto un caso de grave violación
ética, con consecuencias de amplio alcance.
El hecho de que esto haya podido suceder impunemente durante muchos
años demuestra lo frágil y expuesto al fraude que es un sistema
financiero que no esté suficientemente controlado por normas y se halle
desprovisto de sanciones proporcionadas a las violaciones en las que
incurren sus actores.
En este contexto, la creación de verdaderos
“carteles” de connivencia entre los sujetos responsables de la correcta
fijación del nivel de esas tasas constituye un caso de asociación para
delinquir particularmente perjudicial para el bien común, que inflige
una peligrosa herida a la salud del sistema económico y que hay que
sancionar con penas adecuadas que disuadan de su reiteración. [¡A propósito de la cartelización de tasas de comisiones de administración que he denunciado!].
28.
Hoy en día, los principales actores del mundo financiero, y en
especial los bancos, deben contar con órganos internos que garanticen el
adecuado control de conformidad (
compliance), o autocontrol de
la legitimidad de los principales pasos del proceso de decisión y de los
productos más importantes ofrecidos por la empresa. Sin embargo, cabe
señalar que, al menos hasta un pasado muy reciente, la práctica del
sistema económico-financiero se basa en gran parte en un juicio
puramente negativo del control de conformidad, es decir, sobre un
respeto meramente formal de los límites establecidos por las leyes
vigentes. Desafortunadamente, de esto también deriva la frecuencia de
una praxis de hecho elusiva de los controles normativos, es decir, de
acciones destinadas a zafarse de los principios normativos vigentes,
cuidándose bien, empero, de no contradecir explícitamente las normas que
los expresan, para evitar sanciones.
Para evitar todo ello, es necesario que el control de conformidad
entre en lo específico de las diferentes transacciones también en
positivo, verificando su cumplimiento efectivo de los principios que
informan la normativa vigente. La práctica de esta modalidad de control
quedaría facilitada, según el parecer de muchos, si se establecieran
Comités éticos, que funcionasen junto a los Consejos de Administración y
constituyeran el interlocutor natural de quienes deben garantizar, en
el correcto operar de los bancos, la conformidad entre los
comportamientos y las razones de las normas vigentes.
A tal fin, dentro de las empresas habría que disponer líneas guía,
que permitan facilitar este juicio de conformidad, de modo que sea
posible discernir cuáles de las transacciones técnicamente viables en el
aspecto jurídico, son de hecho, legítimas y viables desde el punto de
vista ético (cuestión muy relevante, por ejemplo, para las prácticas de
elusión fiscal). El objetivo es pasar de un respeto formal a un respeto
sustancial de las reglas.
Además, es deseable que también en el sistema normativo que regula el
mundo financiero haya una cláusula general que declare ilegítimos, con
la consiguiente responsabilidad patrimonial de todos los sujetos
imputables, aquellos actos cuyo propósito sea principalmente la elusión
de la normativa vigente.
[...]
30.
De esta intención especulativa se nutre además el mundo de las finanzas
offshore, que
, aunque
también ofrece otros servicios legales, a través de los ampliamente
difusos canales de elusión fiscal – la evasión y el lavado de dinero
sucio – constituye otra razón de empobrecimiento del sistema normal de
producción y distribución de bienes y servicios. Es difícil discernir si
muchas de estas situaciones dan lugar a casos de inmoralidad próxima o
inmediata: es ciertamente evidente que tales realidades, donde substraen
injustamente linfa vital a la economía real, difícilmente pueden
encontrar una justificación, ya sea desde el punto de vista ético, ya
sea en términos de la eficiencia global del mismo sistema económico.
Más aún, cada vez resulta más claro que existe un grado de
correlación apreciable entre el comportamiento no ético de los
operadores y la quiebra del sistema en su conjunto: es ya innegable que
las deficiencias éticas exacerban las imperfecciones de los mecanismos
del mercado[46].
En la segunda mitad del siglo pasado, nació el mercado
offshore
de los euro-dólares, lugar financiero de intercambio fuera de cualquier
marco normativo oficial. Mercado que desde un importante país europeo
se ha extendido a otros países alrededor del mundo, creando una
verdadera red financiera, alternativa al sistema financiero oficial,
jurisdicciones que la protegían.
A este respecto, cabe señalar que, si bien la razón formal para legitimar la presencia de sedes
offshore
es la de evitar que los inversores institucionales sufran una doble
tasación, primero en su país de residencia y luego en el país en el que
están domiciliados los fondos, de hecho, estos lugares se han convertido
hoy en día, en ocasión de operaciones financieras a menudo al límite de
la legalidad, cuando no se “pasan de la raya”, tanto desde el punto de
vista de su legalidad normativa, como desde el punto de vista ético, es
decir, de una cultura económica sana y libre del mero propósito de
elusión fiscal.
En la actualidad, más de la mitad del comercio mundial es llevada a
cabo por grandes sujetos, que reducen drásticamente su carga fiscal
transfiriendo los ingresos de un lugar a otro, dependiendo de lo que les
convenga, transfiriendo los beneficios a los paraísos fiscales y los
costos a los países con altos impuestos. Está claro que esto ha restado
recursos decisivos a la economía real, y ha contribuido a la creación de
sistemas económicos basados en la desigualdad. Por otra parte, no es
posible ignorar que esas sedes
offshore se han convertido en
lugares de lavado de dinero “sucio”, es decir, fruto de ganancias
ilícitas (robo, fraude, corrupción, asociación criminal, mafia, botín de
guerra...).
Así, al disimular el hecho de que las operaciones
offshore no
se llevaban a cabo en sus plazas financieras oficiales, algunos Estados
han permitido que se sacara provecho incluso de delitos, sintiéndose no
responsables porque no se realizaban formalmente bajo su jurisdicción.
Esto representa, desde un punto de vista moral, una forma obvia de
hipocresía.
En poco tiempo, este mercado se ha convertido en el lugar de mayor
tránsito de capitales, ya que su configuración representa una manera
fácil de realizar diferentes e importantes formas de elusión fiscal. Se
entiende entonces que la domiciliación
offshore de muchas empresas importantes que participan en el mercado sea muy deseada y practicada.
31.
Ciertamente, el sistema fiscal de los Estados no siempre parece
justo; a este respecto, cabe señalar que tal injusticia a menudo es en
perjuicio de los sectores económicos más débiles y en ventaja de los más
equipados y capaces de influir incluso en los sistemas normativos que
regulan los mismos tributos. De hecho, la imposición tributaria, cuando
es justa, desempeña una fundamental función equitativa y redistributiva
de la riqueza, no sólo en favor de quienes necesitan subsidios
apropiados, sino también en el apoyo a la inversión y el crecimiento de
la economía real.
En cualquier caso, es precisamente la elusión fiscal de los
principales actores que se mueven en los mercados, especialmente los
grandes intermediarios financieros, lo que representa una abominable
sustracción de recursos a la economía real y un daño para toda la
sociedad civil. Dada la falta de transparencia de esos sistemas es
difícil determinar con precisión la cantidad de capital que pasa a
través de ellos; sin embargo, se ha calculado que bastaría un impuesto
mínimo sobre las transacciones
offshore para resolver gran parte del problema del hambre en el mundo: ¿por qué no hacerlo con valentía?
Además, se ha demostrado que la existencia de sedes
offshore
favorece asimismo enormes salidas de capital de muchos países de bajos
ingresos, generando numerosas crisis políticas y económicas e impidiendo
a los mismos embarcarse finalmente en el camino del crecimiento y del
desarrollo saludable.
A este propósito, hay que señalar que diversas instituciones
internacionales han denunciado reiteradamente todo esto, y no pocos
gobiernos nacionales han tratado justamente de limitar el alcance de las
plazas financieras
offshore. Ha habido muchos esfuerzos
positivos en este sentido, especialmente en los últimos diez años. Sin
embargo, todavía no ha sido posible imponer acuerdos y normativas
adecuadamente eficaces en tal sentido; los esquemas normativos
propuestos en esta área también por prestigiosas organizaciones
internacionales han quedado frecuentemente sin aplicación o han
resultado ineficaces, debido a la poderosa influencia que estas plazas
pueden ejercer, a causa del gran capital del que disponen frente a
tantos poderes políticos.
Todo lo cual, al mismo tiempo que constituye un grave perjuicio al
buen funcionamiento de la economía real, representa una estructura que,
tal como está configurada actualmente, resulta totalmente inaceptable
desde el punto de vista ético. Es, por lo tanto, necesario y urgente
que, a nivel internacional, se apliquen los remedios apropiados a estos
sistemas inicuos; en primer lugar, practicando a todos los niveles la
transparencia financiera (por ejemplo, con la obligación de rendición de
cuentas, para las empresas multinacionales, de sus respectivas
actividades e impuestos pagados en cada país donde operan a través de
sus filiales); y también con sanciones incisivas impuestas a los países
que reiteren las prácticas deshonestas (evasión y elusión de impuestos,
lavado de dinero sucio) mencionadas anteriormente.
32.
Especialmente en los países con economías menos desarrolladas, el sistema
offshore
ha empeorado la deuda pública. Se ha observado, en efecto, que la
riqueza privada acumulada en los paraísos fiscales por algunas élites ha
casi igualado la deuda pública de sus respectivos países. Esto
evidencia asimismo que, de hecho, en el origen de esa deuda a menudo
están los pasivos económicos generados por privados y luego descargados
sobre los hombros del sistema público. Entre otras cosas, es bien sabido
que importantes sujetos económicos tienden a buscar la socialización de
las pérdidas, frecuentemente, con la connivencia de los políticos.
[...]
33.
Todo lo dicho hasta ahora no afecta solo a entidades fuera de
nuestro control, sino que cae también dentro de la esfera de nuestra
responsabilidad. Esto significa que tenemos a nuestra disposición
herramientas importantes para contribuir a resolver muchos problemas.
Por ejemplo, los mercados viven gracias a la demanda y a la oferta de
bienes; en este sentido, cada uno de nosotros puede influir en modo
decisivo, al menos, en la configuración de esa demanda.
Por lo tanto, es importante un ejercicio crítico y responsable del
consumo y del ahorro. Hacer la compra, acción cotidiana con la que nos
dotamos de lo necesario para vivir, implica también una selección entre
los diversos productos que ofrece el mercado. Es una opción que a menudo
realizamos de manera inconsciente, comprando bienes cuya producción se
realiza, por ejemplo, a través de cadenas productivas donde es normal la
violación de los más elementales derechos humanos o gracias a empresas
cuya ética, de hecho, no conoce otros intereses sino los de la ganancia
de sus accionistas a cualquier costo.
Es necesario seleccionar aquellos bienes de consumo detrás de los
cuales hay un proceso éticamente digno, ya que incluso a través del
gesto, aparentemente banal, del consumo expresamos con los hechos una
ética, y estamos llamados a tomar partido ante lo que beneficia o daña
al hombre concreto. Alguien ha hablado, en este sentido, de “votar con
la cartera”: se trata, en efecto, de votar diariamente en el mercado a
favor de lo que ayuda al verdadero bienestar de todos nosotros y
rechazar lo que lo perjudica.[48]
Las mismas reflexiones deben hacerse en relación a la gestión de los
propios ahorros, dirigiéndolos, por ejemplo, hacia aquellas empresas que
operan con criterios claros, inspirados en una ética respetuosa del
hombre entero y de todos los hombres y en un horizonte de
responsabilidad social.[49] Y, más en general, cada uno está llamado a
cultivar prácticas de producción de riqueza que sean congruentes con
nuestra índole relacional y tendentes al desarrollo integral de la
persona
IV. Conclusión
34.
Frente a la inmensidad y omnipresencia de los actuales sistemas
económico-financieros, nos podemos sentir tentados a resignarnos al
cinismo y a pensar que, con nuestras pobres fuerzas, no podemos hacer
mucho. En realidad, cada uno de nosotros puede hacer mucho,
especialmente si no se queda solo.
Muchas asociaciones con origen en de la sociedad civil son, en este
sentido, una reserva de conciencia y responsabilidad social, de la que
no podemos prescindir. Hoy más que nunca, todos estamos llamados a
vigilar como centinelas de la vida buena y a hacernos intérpretes de un
nuevo protagonismo social, basando nuestra acción en la búsqueda del
bien común y fundándola sobre sólidos principios de solidaridad y
subsidiariedad.
Cada gesto de nuestra libertad, aunque pueda parecer frágil e
insignificante, si orienta realmente al auténtico bien, se apoya en
Aquel que es Señor bueno de la historia, y se convierte en parte de una
positividad, que va más allá de nuestras pobres fuerzas, uniendo
indisolublemente todos los actos de buena voluntad en una red que une el
cielo con la tierra, verdadero instrumento de humanización del hombre y
del mundo. Esto es lo que necesitamos para vivir bien y nutrir una
esperanza que esté a la altura de nuestra dignidad de personas humanas.
[...]
El Sumo Pontífice Francisco, en la audiencia concedida al Prefecto
de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha aprobado las presentes
Consideraciones, decididas en la Sesión Ordinaria de este Dicasterio y
ha ordenado su publicación.
Dado en Roma el 6 de enero de 2018, Solemnidad de la Epifanía del Señor.
Notas de pie de página.
[11] Francesco, Exhort. ap.
Evangelii gaudium ( 24 novembre 2013),
n. 53:
AAS 105 (2013), 1042.
[12]
Ibid., n. 58:
AAS 105 (2013), 1042.
[13] Cf. Concilio EcuménicoVaticano II, Decl.
Dignitatis humanae, n. 14.
[...]
[23] Cf. Juan Pablo II, Carta enc.
Centesimus annus (1 de mayo de 1991), nn. 17, 24, 42:
AAS 83 (1991), 814, 821, 845.
[24] Cf. Pío XI, Carta enc.
Quadragesimo anno (15 de mayo de 1931), n. 105:
AAS 23 (1931), 210; Pablo VI, Carta enc.
Populorum progressio (26 de marzo de 1967), n. 9:
AAS 59 (1967), 261; Francisco, Carta enc.
Laudato si’, n. 203:
AAS 107 (2015), 927.
[25]
Cf. Francisco, Carta enc.
Laudato si’, n. 175:
AAS 107 (2015), 916.
Sobre el vínculo necesario entre economía y política, cf. Benedicto XVI, Carta enc.
Caritas in veritate, n. 36:
AAS 101 (2009), 671: «
La actividad económica no puede resolver todos los problemas sociales ampliando sin más la lógica mercantil
. Debe estar ordenada a la consecución del bien común
,
que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política. Por tanto,
se debe tener presente que separar la gestión económica, a la que
correspondería únicamente producir riqueza, de la acción política, que
tendría el papel de conseguir la justicia mediante la redistribución, es
causa de graves desequilibrios».
[26] Cf. Benedicto XVI, Carta enc.
Caritas in veritate, n. 58:
AAS (2009), 693.
[27] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Const. past.
Gaudium et spes, n. 64.
[28] Cf. Pío XI, Carta enc.
Quadragesimo anno, n. 89:
AAS 23 (1931), 206; Benedicto XVI,
Caritas in veritate, n. 35:
AAS 101 (2009), 670; Francisco, Exhort. ap.
Evangelii gaudium, n. 204:
AAS 105 (2013), 1105.
[29] Cf. Francisco, Carta enc.
Laudato si’, n. 109:
AAS 107 (2015), 891.
[30] Cf. Juan Pablo II, Carta enc.
Laborem exercens (14 de septiembre de 1981), n. 9:
AAS 73 (1981), 598.
[31] Francisco, Exhort. ap.
Evangelii gaudium, n. 53:
AAS 105 (2013), 1042.
[32] Cf. Pontificio Consejo “Justicia y Paz”,
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia,
n. 369.
[33] Cf. Pío XI, Carta enc.
Quadragesimo anno, n. 132:
AAS 23 (1931), 219; Pablo VI, Carta enc.
Populorum progressio, n. 24:
AAS 59 (1967), 269.
[34] Cf.
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2409.
[...]
[40] Cf. Juan Pablo II, Carta enc.
Sollecitudo rei socialis, n. 28
AAS 80 (1988),548.
[...]
[46] Cf. Francisco, Carta enc.
Laudato si’, n. 189:
AAS 107 (2015), 922.
[...]
[48] Cf. Benedicto XVI, Carta enc.
Caritas in veritate, n. 66:
AAS 101 (2009), 699.
[49] Cf. Pontificio Consejo “Justicia y Paz”,
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 358